martes, marzo 28, 2006

Gracias

Gracias a todos los que me leeis.

PRIMER CONCURSO DE ARTÍCULOS SOBRE LA MUJER DE TODAS


Premios TODAS 2006Segundo Mejor Artículo sobre la Mujer de autoría masculina

Carta en Papel






Premios TODAS 2006
Mejor Artículo erótico sobre la Mujer

jueves, marzo 16, 2006

Cuenta la leyenda

Cuenta la leyenda que en un pequeño pueblo venezolano en la frontera con Brasil, cuando comenzó el parto de la biznieta del último jefe indígena de los Taurepan, en todos los ríos de la sabana se detuvo el agua hasta que se oyó por fin el llanto de la niña. El ancestral Makunaima admirado por lo que había ocurrido fue a verla y prendado por su belleza decidió otorgarle tres virtudes.
La pequeña niña guardaría en sus oscuros ojos toda la belleza y misterio de la sabana. Su sonrisa seria el espejo del Kerekupai-merú, el conocido Salto del Angel. Y su alma seria fuerte y grande como Tepuy Roraima un bloque de piedra de 2800 metros de altura y paredes verticales.

Cargada con bolsas de la compra espera el autobús entre gente y coches intentando huir del atasco. El sol ilumina su largo y liso cabello negro bordeando su cara morena. Su rostro exótico y angelical no es suficiente para librarla de miradas de desprecio o de lujuria, o ambas juntas.
En Venezuela a los siete años tuvo que dejar a su familia para ponerse a trabajar porque no podían mantenerla. Y con quince cuando por fin volvió a casa el que decía ser su padre abusó de ella.
Con dieciocho se quedó embarazada y su pareja la abandonó llevándose al niño tras intentar matarla.
Ahora en España trabaja sin contrato y el permiso de residencia se le terminó hace un par de meses. Su ilusión es la de juntar pronto el dinero suficiente para por fin vivir con su hijo.
Esta noche irá al fútbol, de madrugada la cara más despreciable de esta ciudad bañada en el mediterráneo se encontrará con ella en una oscura calle, pequeña y solitaria. Esta noche un desalmado abusará de ella una vez más.

Cuenta la leyenda que nunca nadie le quitará la sonrisa a la princesa de los Taurepan, como nunca se secará el Kerekupai-merú.
Cuenta la leyenda que nunca nadie podrá romper el alma de la princesa de los Taurepan porque nunca el Tepuy Roraima se desplomará
.
Cuenta la leyenda que por las calles de Valencia a veces se puede ver el misterio de la sabana en los ojos de una bella chica que sonríe con el brillo que tiene el agua en el salto más grande del mundo.

jueves, marzo 09, 2006

Hoy es ella

Sus zapatos de afilados tacones resuenan sobre el empedrado de la calle. Camina sin mirar a nadie, altiva como un guerrero dirigiéndose al campo de batalla. Parece armada con sus enormes pechos presos en una elástica camisa blanca, con su peinado de peluquería o esos gruesos labios pintados en rojo. Se escuda tras una mirada fría de duras facciones. No se detiene ante nadie, y nadie puede detenerla. Habla sin necesidad de que la escuchen porque sabe que estarán ocupados mirando sus piernas envueltas en medias negras. No pretende convencer porque la razón se la da su cuerpo. No le importa.
Pero todo eso es la parafernalia de la guerra. Sus verdaderas armas son la inteligencia y el trabajo. Se despierta todos los días a las seis y media de la mañana y su día acaba pasada la medianoche tras hacer la colada. Una charla de cinco minutos con el cliente es suficiente para saber como ha de plantear el caso. Todo esta en su cabeza y el almuerzo lo dedica a repasar las ultimas notas del siguiente proceso bebiendo un cortado y fumándose un cigarro mientras atrae todas las miradas de la cafetería. Hombres haciéndole protagonista de sus fantasías sexuales y mujeres sacándole defectos.
Hoy vino sin peluquería y sin minifalda, sin tacones ni maquillaje. Hoy dedicó el almuerzo a charlar mientras daba cuenta de unos pinchos de tortilla española. Sin armas y sin escudos. Sin posturas ni demostraciones. Hoy es igual de inteligente. Hoy es igual de bella. Hoy es ella.

viernes, marzo 03, 2006

Control (y 2)

Retiras el pantalón sin apenas tocarme pero noto el calor de tus manos cuando deslizan por mis muslos el calzoncillo. Tumbado en la cama, con las manos atadas al cabezal y completamente desnudo, dorado por el calor de las velas que iluminan la habitación pero en la oscuridad que me proporciona el pañuelo que tapa mis ojos siento el vacío de no notar tu cuerpo. Siento el vacío de saberte junto a mi, mirándome, pero sin tocarme.
Sin yo saberlo has cogido un pañuelo de seda de aquel cajón donde guardabas la cadena. Los minutos pasan y la sensación de soledad se ha apoderado de mi cuerpo aumentando el tacto de mi piel hasta el punto de notar multiplicado por diez el roce con las sabanas que cubren la cama. El cansancio y la incomoda posición con los brazos estirados sobre mi cabeza me vence, mis ojos bajo el pañuelo se cierran y pierdo la percepción del tiempo cuando un leve roce eriza la piel de todo mi cuerpo. No sabría decir si han sido tus dedos o tus labios los que han rozado mi muslo.
Solo tú sabes que lo único que me ha tocado ha sido la punta del pañuelo de seda que deslizaste levemente por mi muslo, y sabes que esa sola caricia ha comenzado a excitarme. Ahora paseas el pañuelo colgado de tu mano a lo largo de mi muslo, lentamente, mientras observas como se alza mi pene llevado por el deseo.
Te imagino deslizándote por mi piel, danzando con tus pies desnudos encima de mis muslos mientras el pañuelo acaricia mi cuerpo y roza la verga erguida como homenaje a tu baile. Mi cuerpo se tensa al notar el roce y mi respiración se acelera al notar que el pañuelo ya abraza mi pene suavemente al principio y enroscándose como una serpiente hambrienta más tarde. Ahora sujetas el pañuelo de los dos extremos tensándolo en un abrazo fatal que sigue endureciendo mi pene. Tu respiración se acelera y el comienzo de tus gemidos se clava en mi cerebro de la misma forma que la seda me estrangula. Me pierdo entre palpitaciones de todo mi cuerpo y mis manos fuerzan por soltarse cuando a través del pañuelo noto una fuerte mano de largos dedos agarrarme el pene, tus pechos ya rozan mis muslos y deseo soltarme para rodearte con mis brazos y lamer cada centímetro de tu cuerpo. Tu mano machaca con fuerza mi rígida verga envuelta en seda y todo mi cuerpo se mueve intentando soltarme. Tus gemidos se acallan en mis gritos mientras aprieto las piernas con la fuerza del preso liberado y me corro exuberantemente sorprendido al notar la suavidad y humedad de tu lengua entre la seda del pañuelo...