Creo que nunca vi llover tanto. Era un día gris iluminado por una extraña luz. Sus pasos acelerados resonaban sobre la acera encharcada mientras caminaba al lado de mi coche detenido en un semáforo. El agua sobre la ventanilla enturbiaba la fotografía de su pelo rojizo y su respirar acelerado y cansino. Se alejó derramando agua por su negra gabardina y cuando doblé la esquina con el semáforo en verde, al borde de la carretera, con un brazo empapado en alto intentaba encontrar algún taxi vacío.
Detuve mi coche frente a ella, baje la ventanilla del acompañante e inclinándome le propuse llevarla a donde quiera que fuera. Sin mirarme negó con la cabeza. Me alejé dejando aquella figura gruesa de largo pelo cobrizo y enormes pechos mojándose en soledad.
Entre el atribulado tráfico que depara un día lluvioso en esta ciudad y a paso de tortuga por el infernal atasco rodeé la manzana y llegué al mismo semáforo. Esperé paciente que volviera a ponerse en verde y por segunda vez doble aquella esquina. Allí seguía, calados sus pantalones hasta la altura de la rodilla. Desesperada y mojada volví a detenerme frente a ella. Baje la ventanilla e inclinándome susurré: ¿cuántas vueltas voy a tener que darle a la manzana antes de que me dejes llevarte a donde vayas?
Detuve mi coche frente a ella, baje la ventanilla del acompañante e inclinándome le propuse llevarla a donde quiera que fuera. Sin mirarme negó con la cabeza. Me alejé dejando aquella figura gruesa de largo pelo cobrizo y enormes pechos mojándose en soledad.
Entre el atribulado tráfico que depara un día lluvioso en esta ciudad y a paso de tortuga por el infernal atasco rodeé la manzana y llegué al mismo semáforo. Esperé paciente que volviera a ponerse en verde y por segunda vez doble aquella esquina. Allí seguía, calados sus pantalones hasta la altura de la rodilla. Desesperada y mojada volví a detenerme frente a ella. Baje la ventanilla e inclinándome susurré: ¿cuántas vueltas voy a tener que darle a la manzana antes de que me dejes llevarte a donde vayas?
Me miró, sonrió y desvió la mirada confusa. Antes de que volviera a negarse abrí la puerta e indecisa entró. Sin mirarme susurro un gracias cuando el coche comenzó a moverse.