jueves, septiembre 29, 2005

Esas calles

Ando calle abajo envuelto entre destrozadas fincas de grandes ventanales que destilan entre la piedra amarilla corroída por el tiempo y las puertas de madera un aire de dignidad. Mis pasos retumban en el antiguo empedrado mientras escudriño con la mirada a todas las personas que me cruzo.
Acercándose a mi, anda renqueante un enjuto abuelo de pelo amarillo más que blanco, viste una sudada camisa azul y un pantalón tres tallas mayor de lo que la moda dictaminaría. Cuando nos cruzamos sonríe mostrándome que los pocos dientes que le quedan tienen un desagradable color amarillo.
Devuelvo la sonrisa y sigo caminando hasta alcanzar de espaldas a un hombre joven, con cuello de toro y escaso pelo, muestra sus músculos tan solo cubiertos por una camiseta de tirantes negra.
Doblo la esquina para encontrarme en una plaza presidida por dos altas palmeras y llena de coches que no han visto la señal de prohibido aparcar. Entre los coches, tumbados, un hombre de largo y sucio pelo, vestido con mallas y camiseta negra y calzado por unas grandes botas de hebillas que algún día relucieron conversa con una joven mujer rubia de vestimentas similares que acaricia a su pequeño perro hijo de pastor alemán y quien sabe que más. Resalta la sonrisa de la chica y la seriedad con la que parece hablarle su compañero muchos años mayor que ella.
Sigo caminando sin olvidar su sonrisa mientras cruzo un par de pequeñas calles hasta llegar a una plaza donde los árboles no impiden la vista de una iglesia o convento, quien sabe, de enorme fachada. A un lado de la plaza, dos gitanas de unos 16 años golpean una cabina de teléfono no se si intentando recuperar lo que es suyo o llevándose lo que no lo es.
Tras ellas, dos marroquís, creo, se hablan al oído mientras intercambian algo tan disimuladamente que cualquiera se daría cuenta.
Y por fin, frente a la puerta de iglesia, empiezo a ver caras conocidas.
De espaldas a mi y cubierta por un vestido morado de resplandeciente brillo solo comparable al de su cabello negro una amiga en común charla con un hombre alto que remata su sobrio traje gris con una desconjuntada corbata amarillo huevo. Me acerco y, entre el saludo y la sonrisa, beso su suave mejilla que intenta forzar una cara apiadada.Me adentro en la iglesia dejando tras de mi sus caras preocupadas y allí, en la oscuridad del enorme templo pintado en blanco la veo a ella, también en blanco, también oscura. Su sonrisa forzada no disimula la lágrima que se desliza por su mejilla, quizá buscando encontrarse con las que inundan mi corazón. Un beso con sus manos apoyadas en mis hombros es todo lo que aquella tarde me dio. Lo que me quitó nunca podría juntarlo en palabras.

lunes, septiembre 26, 2005

Navegando

Recorro su vientre deslizando mis manos por su piel tibia. Surco líneas redondeadas sintiendo el finísimo vello erizarse. Asciendo pasando por sus pechos de pezones erectos. Su esbelto cuello me lleva a unas suaves mejillas, cobijo su vida entre mis manos mientras la observo. Abre sus ojos extremadamente azules y sonríe. Ahora es mi boca la que se aproxima a su cuerpo, mis labios rozan uno de sus hombros comenzando así a navegar por su cuerpo.
Estoy solo en alta mar, me agarro a sus caderas como si fueran el ultimo pedazo de barco a la deriva, beso sus labios buscando aire, la penetro lentamente sabiendo que soy un naufrago al que solo le resta dejarse llevar por la corriente a una playa de fina arena.
Sus gemidos son el rugido del mar bravo que me voltea, me lleva a las profundidades y sin respiración mi mente empieza a delirar. El agua recorre cada centímetro de mi cuerpo, me abraza impidiendo que salga a la superficie y mi boca abierta buscando aire se llena del jugo salado del violento mar. Me convierto en liquido y me entremezclo con la espuma de las olas que golpean enfurecidas el rompeolas. Lentamente acuna mi noche la calma tras la tempestad y con cuidado me deposita sobre la playa desierta como una concha vacía, recuerdo de una vida.

miércoles, septiembre 21, 2005

Escondiéndome

Ahora solo quiero esconderme, necesito estar protegido, necesito un lugar donde no tener miedo de nadie, de nada.
Te tomo de la cintura y poso mi frente en tu pecho, oculto mi piel en la tuya, mi cuerpo se hunde en el tuyo, me oculto en tu entrepierna, penetro en ella. Entre tus muslos me hago invisible, entre tus suaves piernas me siento seguro, quiero desaparecen abrazado a ti, quiero que tu vagina sea el cobijo de mis inseguridades, quiero cubrirme por el vello rizado del mundo y penetrar en las entrañas de tu cuerpo, quiero hundirme entre tus labios y esconderme en la oscuridad de tu sexo, quiero desaparecer mientras te llevo al orgasmo.

lunes, septiembre 19, 2005

Te busco

Te busco entre sombras, te busco entre letras, te busco entre suspiros y entre caricias.
Te he visto cientos de veces con diferentes ojos, distintas siluetas y otras bocas. Pero nunca eres tú.
Oigo palabras que solo tu podrías decir, veo sombras que dibujan tu silueta y me sorprenden miradas que son la tuya. Te veo, y nunca eres tu.
Te busco entre plásticos y música, entre posturas y ropa, entre sonrisas y deseos.
Pero nunca eres tú.
Entre cuerpos y besos, entre piel y sexo, entre placeres y sufrimientos, te busco.
Pero nunca eres tú.

martes, septiembre 13, 2005

Fotografiandola

Su piel es tan blanca que me recuerda a uno de esos vasos de leche que te pintan los labios cuando los bebes. Seguramente es el único color de piel que realzaría su cabello rubio que parece pedir libertad como las crines al viento de musculosos caballos blancos. Mientras, grita dibujando en el cielo un corazón con ondulados labios de tonos siempre rojos.
Vestida en negro como un ángel caído asusta sumergirse en la oscuridad de su cuerpo, aunque no debería tener miedo, el brillo de sus enormes ojos acompaña en el viaje a través de las curvas aceleradas que enmarcan su piel, curvas que solo con la guía de sus ojos puedes recorrer sabiendo que el recuerdo de sus labios rojos podrán hacerme mantener la cordura cuando el olor que tan solo puedo imaginar me embriague hasta perder la razón.

jueves, septiembre 01, 2005

Si uno pudiera

Si uno pudiera ser ese sol que dora tus hombros...
Si uno pudiera ser la brisa que acaricia tus mejillas...
Si uno pudiera ser el agua fresca que besa tus labios...
Si uno pudiera ser el amanecer que despierta a tu lado...
Si uno pudiera ser la noche que te arropa mientras duermes...
Si uno pudiera ser aquel prado en el que hinchas el pecho con los brazos abiertos...
Si uno pudiera ser el mar azul donde se refleja tu imagen...
Si uno pudiera ser la luna que ilumina tus ojos...
Si uno pudiera ser el niño que te hace reír...
Si uno pudiera ser el viejo que te hace sonreír...
Si uno pudiera ser tu vida...
Si uno pudiera vivir en ti...
Si uno pudiera dártelo todo...
...te lo daría.