viernes, enero 27, 2006

Gáname

Con voz queda me pediste que te ganara. No dijiste nada más. No hacia falta.
Ya solo tus ojos hablaban cuando me acerqué a ti, sabia que buscar tus labios habría sido inútil, sabia que no me devolverías los besos, todavía no. No quería que tus ojos marcarán las pautas de mis caricias así que te busque por detrás, pero antes pase por los cajones de la mesita de noche y cogí el pañuelo morado. Tú seguías inmóvil, de pie y silenciosa aún cuando con el dorso de mi mano acaricié tus hombros a modo de despedida. Deslicé el pañuelo por tu frente y lo anudé en la nuca. Ahora permanecías en silencio y a oscuras y yo sabía que eso te asustaba, sabía que estabas aterrorizada, porque lo desconocido te asusta, porque no caminarías con los ojos cerrados aunque yo te llevara de la mano y ahora era yo quien controlaba la situación.
Mis manos se posaron en tus hombros destapados y te atraje a mi pecho, tu espalda frente a mi, los dos juntos mientras mis brazos se cruzaban en tu vientre apresándote entre mi cuerpo. Mis manos se deslizaron hasta tu cintura y penetraron bajo tu suéter, fue la primera penetración. Me acompañaba el calor de tu espalda mientras me dirigía a desabrochar tu sujetador, de allí fui a tus pechos que inundaron mis manos huecas, notaba en todo mi cuerpo como endurecían en mis manos que como dos cuencos los retenían mientras mis labios acariciaban tu oreja al tiempo que te susurraba lo que tu ya sabías. Susurraba mi excitación mientras tú la sentías en la presión de nuestras caderas. Mis suspiros se confundían con los tuyos cuando te quité el suéter y me puse frente a ti, admirando tus pechos, apresando tu cintura, descendiendo lentamente con mi lengua desde tu cuello hasta ellos, para besarlos, para notarlos endurecer entre mis labios, para sentir el movimiento ante tu creciente jadeo.
Solo el afán por desnudar tus caderas me distraía del maná de tus pechos de endurecidos pezones y para cuando desabroché tu pantalón mis labios dibujaban un corazón en el centro de tu ombligo. Tuve que arrodillarme ante ti para llevar el pantalón hasta tus tobillos, tuvo que descender mi lengua por tu muslo hasta llegar a tus pies, y entonces tus manos sobre mi cabeza eran el último refugio de tu reserva. Permanecí allí, besando tus pies hasta que entre suspiros gané aquellas murallas y tus manos alzaron mi cabeza pidiéndome más, tus manos rodearon mi rostro a modo de rendición y mi lengua deshizo el camino por el perfil interno de tus muslos, suavemente, disfrutando de su calor, deleitándose con la llegada al origen de aquella temperatura. Y allí, todavía en silencio roto solo por suspiros, a oscuras tú por el pañuelo, yo por el deseo, gocé de tu cuerpo, sentí tus suspiros tornándose gemidos, noté tu agitación rodear mi boca entre tus muslos, recibí nuevamente tus manos en mi cabeza esta vez apresándola contra tu cuerpo y ascendí veloz, aún con gemidos saliendo de tu boca, agarré tus nalgas y te alcé llevándote a la cama, te arrojé, nos arrojamos en ella. Te penetré, nos fundimos violentamente y oí como tus gemidos dejaron de serlo y vinieron los gritos, y mi boca, ahora si, buscó la tuya, y tus besos no fueron negados.

jueves, enero 19, 2006

Cinco rarezas

Me pasan un testigo por partida doble, me lo pasa mi admirada Princesa del Guisante y también la sensual y enigmática Cristal. ¿Acaso creéis que puedo negarme a cogerlo? Ni puedo ni quiero, así que allá vamos.
El meme en cuestión consiste en contar 5 extraños hábitos tuyos además de cumplir una serie de normas que, perdonadme, no tengo la menor intención de cumplir.

Vayamos pues con los 5 hábitos extraños que me han llegado a la cabeza primero, pues no dudéis que tengo muchos. Aunque el adjetivo extraño es de los más subjetivos y no sé si a vosotros os parecerán extraños.

1º Llevarme siempre algo de chocolate a la cama para comerlo antes de dormirme. Es una manía que no puedo evitar. Es mi resopón (no sé si conocéis la palabra) particular.

2º Comenzar un nuevo libro justo al acabar el que andaba leyendo. En el momento en que termino un libro tengo que coger uno nuevo y leerme al menos un par de páginas. Es una manía un poco rara pero no he de “enganchar” un libro con el siguiente.

3º Dormirme en la bañera, sumergido con solo la nariz fuera del agua. Son diminutas cabezadas de un par de minutos tan solo, pero cuando me preparo una bañera (que es muy ocasionalmente) para relajarme y expulsar todo el estrés siempre acabo durmiéndome.

4º Mezclar el sabor dulce con el salado. Si, si, ya sé que ahora, con la nueva cocina, los Ferran Adriá y compañía esto de mezclar el sabor dulce y el salado no parece ninguna rareza, pero el problema es que yo lo hago desde niño. Y sobre todo, que mis mezclas no son tan glamourosas. Por ejemplo, galletas dulce con atún, o café con leche con tostadas sobrasada. Cruasanes dulces rellenos de queso. Bueno, vamos a dejarlo que se me hace la boca agua.

5º Apuntarme todas las frases, párrafos, escritos, enlaces , nombres de libros, de películas, de música, etc. que me hayan gustado, o que piense que me pueden gustar. Luego nunca los encuentro porque lo tengo todo inundado de esas anotaciones, por todas partes, en papeles, en documentos del ordenador, en notas en el móvil. Imposible aclararme. ¡Necesito una documentalista para que me ayude a ordenarlo todo!

En cuanto a las normas estas de pasar el testigo siguiendo un ritual de enlaces y avisos, bueno ya sabéis que no me gusta comprometer a nadie, así que no lo haré ¿que me puede pasar por incumplir la cadena? Esta no es una de esas cadenas que dice que dentro de tres días me tirarán del trabajo si la rompo, ni de esas en que un niño de tres años (bueno, tenia tres años cuando comenzó, ahora ya se afeita, tiene coche y novia), necesita un trasplante de cuello de útero o sino todo su barrio morirá. Y como esas también las rompo, pues nada, para no perder la costumbre. Eso si, que todo el mundo que lo desee se dé el testigo por pasado, incluso, si me lo avisáis en los comentarios, actualizo este post y os pongo un enlace en él para seguir el ritual un poquillo (por si acaso me cae alguna maldición extraña, que esto nunca se sabe, porque ya sabéis, as meigas habelas hailas).

lunes, enero 16, 2006

Volando

La noche era intensa, no sé si en somnolencia o en oscuridad. Todo lo ocupaba el silencio. Nos mirábamos a los ojos por primera vez entre oscuras telas y olor a humedad. Nada de nosotros sabíamos, éramos dos desconocidos que se habían leído en una habitación llena de vacío. Tus grandes labios comenzaron a abrirse al compás de una respiración que se aceleraba junto a la mía llevada por nuestras silenciosas miradas.
Mis brazos se adelantaron extendidos hacia ti. Tus manos caminaron entre mis dedos hasta enfrontarlas con las mías. Tus ojos se cerraron pero nunca lo supe pues los míos también se apagaron. Un paso al frente juntó nuestros cuerpos en un abrazo que se coronó con un suave beso en tu mejilla caliente. Mis manos te recorrieron hasta atraparte la cintura y atraerla contra mi cuerpo, rodeada por mis brazos. Como apresada en una crisálida echaste tu cabeza hacia atrás entreabriendo los labios para que de ellos bebiera. Mi boca sobre la tuya y nuestros cuerpos fundidos en un abrazo permanecieron unos segundos o quizá fueran horas.
Y la transformación tuvo lugar en silencio y lentamente, cobijados en la soledad de nuestra envoltura, mis labios abandonaron tu boca deslizándose pausadamente por el suave cuello al tiempo que tú atravesabas la ropa en busca de mi pecho. Bebiéndote poco a poco alcancé tus pechos que desnudé sin dejar de besarte, notando en la yema de mis dedos el calor que tus leves gemidos no conseguían aplacar y en el dorso de mi mano endurecer tus dos pezones bien por el roce, bien por la inminente llegada de mis labios anunciados por la respiración entrecortada. Para cuando mi boca lamía tus pezones suavemente, tú ya habías desnudado mi torso y acariciabas con las manos abiertas el calor de mi espalda. Brazos contra pecho, pechos contra labios, gemidos y suspiros y mi boca comiendo nuevamente de la tuya mientras las últimas prendas desaparecían. Y arrodillado ante ti, en la justa adoración ante el comienzo del fin, mis manos pasearon lentamente por tus caderas, y mi lengua, como lanza guerrera, penetró, entre los muros de belleza que enmarcaron mi rostro, en tu cuerpo deseado. El sonido de tus gemidos aplacaba el ansia de mis gritos inútiles silenciados por tu sexo inundado. Me erguí ante ti por ultima vez de pie, y un abrazo infinito nos hundió en las negras sabanas pecho contra pechos, boca contra boca, y pelvis contra pelvis. Sin dejar de besarte penetré tu silencio para oír los gritos de la cúspide coronada, y nuestro sudor se mezclo en un solo mar de caricias, de dedos que aplacaban gemidos mientras el roce de nuestros sexos incrementaba transformando nuestros movimientos en el movimiento de una mariposa que comienza sus aleteos, y gritando por las últimas embestida las alas comienzan a levantarnos de la cama de negras sabanas y ascendernos por encima de los gritos, del silencio, de la oscuridad y del brillo, hasta nuestros ojos de nuevo abiertos, de mirada profunda, penetrante los tuyos en los míos, los míos en los tuyos.

miércoles, enero 11, 2006

Siete veces siete

Sonela me invita en su blog a completar una de estas listas que se reproducen por la blogosfera de forma incontrolada. Y como a Sonela no le puedo negar nada, allá va.

Siete cosas que quieras hacer antes de morir
Tener, al menos, un hijo
Escribir un libro
(lo de plantar un árbol ya lo tengo superado)
Ver tu sonrisa
Ir a la India
Enamorarme
Aprender a tocar el piano
Ganar el suficiente dinero para cumplir mi sueño
Siete cosas que sabes hacer bien
Reír
Llorar
Escuchar
Hablar
Sentir
Dormir
Guardar secretos
Siete cosas que no sabes o no puedes hacer
Bailar
Cantar
Amar
Fingir
Olvidar
Obligar
Decir no

Siete cosas que te ponen del sexo opuesto
La mirada
Los labios
El sentido del humor
La inteligencia
Los pechos
Las piernas
El corazón


Siete cosas que te ponen del propio sexo
La voz
La sencillez
Los ojos
La sonrisa
Las manos
La cara
La inteligencia


Siete expresiones que sueles utilizar con frecuencia
En fin...
Tranquilo
Si no puede ser no puede ser.
Increíble
¡Me encanta!
Joder
Seguro

Siete celebridades que te dejaron prendado
No se muy bien que quiere decir celebridades, ni dejar prendado, pero ahi van...
Lilith
Alejandro Magno
Julio Cesar
Cleopatra
Jesucristo
Groucho Marx
Einstein

Como siempre, quien quiera contestar a estas preguntas en su blog que se dé el testigo por pasado.

jueves, enero 05, 2006

Cuarto Rey Mago

...Y brilló una estrella en el cielo, y los magos la vieron y siguieron aquella estrella llevando regalos para el Niño que pronto nacería. Y Melchor partió de Persia portando Oro, y de la India salió Baltasar cargado con incienso, y Gaspar abandonó Arabia llevando mirra. Y todas estas historias las conocemos. Pero desde Europa alguien llamado Artabán vio la estrella y la siguió cargado de piedras preciosas. Y subió montañas, ando valles y cruzo ríos guiado por aquella estrella, y en su largo recorrido encontró pobres a los que sació el hambre con el jaspe que al niño llevaba. Y durante su travesía encontró esclavos que eran azotados y su libertad pagó con el rubí que pensaba ofrendar al Niño. Y ya cerca de Jerusalén vio a soldados romanos acabando con la vida de todos los niños varones y la vida de muchos salvó comprando a los soldados con el diamante que para el Niño reservaba. Pero un capitán lo sorprendió pagando a soldados y en prisión lo encarceló. Y tras 35 años y apunto de morir, quedó libre y siguió a la multitud que se dirigía al Gólgota donde descubrió al niño que buscaba clavado en lo alto de una cruz. Agonizando tras 35 años encerrado, las ultimas fuerzas que le quedaban las empleó en arrodillarse ante él y pedirle perdón por no haber llegado a tiempo y hacerlo con las manos vacías. Una voz resonó en sus oídos diciendo: “Lo importante no es la meta sino el camino.

Gracias a todos por este año caminado.