Abro el cajón y busco con manos nerviosas. Tiene que estar aquí, entre todas estas viejas cartas, envuelta en el olor a papel antiguo. Mis dedos, como un metódico ejercito de hormigas, pasa por todos y cada uno de los papeles y mi corazón se acelera tensando mis arterias al acercarme al final del cajón sin encontrar la maldita carta. Tiene que estar, recuerdo perfectamente haberla metido en el cajón, recuerdo perfectamente como cada una de sus palabras rasgó mi pecho, recuerdo que varias lágrimas humedecieron el papel y que lo siguen haciendo cada vez que la saco del cajón para volverla a leer.
Llego al final y la carta no está. Necesitaba ese trozo de papel. Tras siete años la he vuelto a ver, andaba por una empedrada calle del centro sonriendo mientras un chico cogía su mano. Estaba feliz y parecía enamorada.
Necesito romper su carta y olvidarla definitivamente. Es feliz con otro hombre y no puedo seguir pensando en ella. A rehecho su vida y yo he de rehacer la mía, salir de esta oscura habitación y olvidarla. Necesito encontrar esa carta, su última carta, la única en la que no decía que me quería y romperla. Exhausto, agacho la cabeza y veo un papel en el suelo, bajo la mesa. La última vez que la saqué del cajón para leerla se me debió caer al suelo. La cojo, es la carta que buscaba, reconozco las huellas de mis lágrimas.
Voy a romperla, aprieto los dedos sobre ella decidido... pero ¿y si antes leo su despedida por ultima vez?
La despliego y comienzo a leer...
Llego al final y la carta no está. Necesitaba ese trozo de papel. Tras siete años la he vuelto a ver, andaba por una empedrada calle del centro sonriendo mientras un chico cogía su mano. Estaba feliz y parecía enamorada.
Necesito romper su carta y olvidarla definitivamente. Es feliz con otro hombre y no puedo seguir pensando en ella. A rehecho su vida y yo he de rehacer la mía, salir de esta oscura habitación y olvidarla. Necesito encontrar esa carta, su última carta, la única en la que no decía que me quería y romperla. Exhausto, agacho la cabeza y veo un papel en el suelo, bajo la mesa. La última vez que la saqué del cajón para leerla se me debió caer al suelo. La cojo, es la carta que buscaba, reconozco las huellas de mis lágrimas.
Voy a romperla, aprieto los dedos sobre ella decidido... pero ¿y si antes leo su despedida por ultima vez?
La despliego y comienzo a leer...
“Nos causa profundo dolor comunicarle la noticia de que su mujer viajaba en el barco de nuestra compañía que naufragó, encontrando la muerte el día catorce de febrero de...”