Era una noche vigilada por luna llena. Con las manos en los bolsillos del abrigo caminaba calle abajo, entre el solitario mercado y la imponente lonja de fría piedra. El vibrar de las amarillentas luces formaba caprichosas sombras en todos los rincones.
Aceleré el paso, llegaba antes de la hora convenida, pero no quería hacerla esperar ni un segundo. Necesitaba verla cuanto antes, sentir su respiración en mi pecho, necesitaba contarle lo que más deseaba en la vida, necesitaba darle el anillo que en mi bolsillo ahora, tantos años había esperado en mi corazón, y ni un segundo más merecía esperar.
La plaza de árboles desnudos y altas palmeras estaba desierta salvo por dos mujeres de botas hasta el muslo y cortas faldas. Combatían el frío con un cigarro en la mano mientras charlaban a la espera de un nuevo cliente. Mis pisadas resonaban en el piso mojado de humedad y se convirtieron en el único sonido cuando pase a su lado y callaron.
No pude evitar mirarlas, una alta, pelo corto y rubia, conjugada en un blanco perfecto, desde las botas hasta el bolso. La otra, bajita, media melena morena, con parecidas ropas pero en color negro. Ojos azules y una sonrisa cuando nuestras miradas se cruzaron.
Continué el camino con la sonrisa de sus labios en mi retina, mientras, a lo lejos, una alta figura se aproximaba lentamente. Vestido con ropas viejas, abrigo y bufanda parecían mantener el calor de su cuerpo, junto con el cartón de vino que llevaba en la mano. Sus pasos eran inseguros y al tiempo que se acercaba descubría bajo esa oscura barba un rostro borracho.
Aceleré el paso, llegaba antes de la hora convenida, pero no quería hacerla esperar ni un segundo. Necesitaba verla cuanto antes, sentir su respiración en mi pecho, necesitaba contarle lo que más deseaba en la vida, necesitaba darle el anillo que en mi bolsillo ahora, tantos años había esperado en mi corazón, y ni un segundo más merecía esperar.
La plaza de árboles desnudos y altas palmeras estaba desierta salvo por dos mujeres de botas hasta el muslo y cortas faldas. Combatían el frío con un cigarro en la mano mientras charlaban a la espera de un nuevo cliente. Mis pisadas resonaban en el piso mojado de humedad y se convirtieron en el único sonido cuando pase a su lado y callaron.
No pude evitar mirarlas, una alta, pelo corto y rubia, conjugada en un blanco perfecto, desde las botas hasta el bolso. La otra, bajita, media melena morena, con parecidas ropas pero en color negro. Ojos azules y una sonrisa cuando nuestras miradas se cruzaron.
Continué el camino con la sonrisa de sus labios en mi retina, mientras, a lo lejos, una alta figura se aproximaba lentamente. Vestido con ropas viejas, abrigo y bufanda parecían mantener el calor de su cuerpo, junto con el cartón de vino que llevaba en la mano. Sus pasos eran inseguros y al tiempo que se acercaba descubría bajo esa oscura barba un rostro borracho.
El cruce de nuestros pasos se produjo bajo la piedra del portal del ayuntamiento, allí donde el frío parecía apretar menos. Sus ojos se clavaron en los míos y por un instante recordé los de aquella dulce muchacha de sonrosados labios que segundos antes me había sonreído. Ahora veía los de él, los veía sorprendentemente cerca, y olía a vino, y pude contemplar su barba repleta de canas, y su respiración caliente, con el calor del vino saturando mis sentidos. Y el fuerte dolor en mi vientre se confundió con los gritos de dos mujeres al otro lado de la plaza, y su mano sosteniendo un cuchillo de cocina al apartarse de mi se confundió con el brillo de las farolas, y no distinguí entre el rojo que manchaba su mano con el blanco de la enorme luna, y no distinguí el rojo que inundaba el piso con aquel azul contemplado en los ojos de la chica. Y volví a ver aquellos ojos claros mirándome, arrodillada ante mi, llorando bajo el ruido de sirenas, y mirando sus ojos la sentí cerca, sentí el calor de su cuerpo y vi las lágrimas recorrer sus mejillas. Y sentí su mano entrar en uno de los bolsillos de mi chaqueta. Y el azul, y el rojo, y el amarillo, el blanco y el negro, el olor a vino y el frío, la sonrisa y su respiración en mi pecho, todo, se fue con el anillo.
8 comentarios:
Buenos dias cielo.
Entrañable, frio, cálido, dulce, triste, adorable, invernal....
piquitos entrecortados...
Uf! Demoledor, me ha encantado...he "visto" la escena.Besitos frioleros
qué triste, Baco, aunque el equipaje fuesen unos ojos azules y una sonrisa fugaz...
Pero también me ha gustado ¿eh?
PrincesadelGuisante
Que historia, euforia que se convirtió en tristeza en segundos...saludos a la distancia
Caramba , el frio atenta conatra todo por lo que leeo, un beso
lavecinita
He vuelto luego de una larga ausencia...
Ya no soy la misma...
Tampoco lo sos vos, Baco...
Definitivamente me doy cuenta de que cada vez te disfruto más...
Jo.-
PD:Gracias por el barco... Gracias por el viaje... Gracias por dejarme encontrarte...
Hola Baco, y a todos lo que visitan.
Ya que casi-siempre leo lo que posteas
y nunca he dejado ningun comentario,
aprovechare ahora para decirte
que te deseo mucha suerte y espero
que sigas escribiendo
por que eres bueno.
Aqui en Republica Dominicana
te estamos leyendo casi a diario.
Asi que Felicitaciones,
y ojala sigas escribiendo por mucho tiempo.
Kuidate y
Hasta Siempre.
Maricoché, Gracias por ver todo eso en el post, un beso.
Elisabeta, imagino que los lugares los conoceras y eso a ayudado a ver la escena. Un beso.
Princesadelguisante, será que estoy triste? con tan buenas visitas no creo. Otro beso.
Littletoughs, que alegria volver a verte el a distancia.
Besos.
Lavecinita, asi que usted cree que es el frio? Mil besos.
Jo, que ilusion volverte a ver, tu vuelta ha sido esperada, pero cuenta cuenta, ya no eres la misma? Baco tambien cambio?
Besos.
Bueno, y a todos los componentes de Sociedad Bakoprosa, muchisimas gracias por el comment, y muchisimas gracias por leerme.
Un fuerte saludo y os espero por aqui.
Gracias a todos los que habeis dedicado algun segundo de vuestro tiempo a leer a Baco.
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