No recuerdo cuando comenzó todo. ¡Hace ya tantos años que vago sin rumbo fijo!
Mis manos no sienten nada, tengo los pies fríos y expulso de mi boca un húmedo y gélido hedor.
Ayer estaba en Río de Janeiro, en la terraza de una vieja casa con la mirada fija en aquella joven chica de ojos oscuros. La acompañe durante horas, estuvo llorando todo ese tiempo abrazada a la foto de un pequeño bebe. Todavía sigue doliéndome cuando es una madre, noto que algo mío se va con ella.
Cuando se acercó a la cornisa adelanté mis brazos y los posé sobre sus hombros, me hubiera gustado abrazarla contra mi, era bella, el cabello negro caía a los dos lados de su rostro y solo un fino camisón cubría su piel oscura, habría posado mis labios en aquella suave piel pero ella no lo hubiera notado, como no notaba mis manos. La empujé. Oí el grito. A diferencia de lo que se cree es un solo grito, comienza arriba y cuando dejas de oírlo todo ha acabado, entonces comienzan los gritos de otras personas, las sirenas de ambulancias, pero todo eso es silencio.
En aquel momento mis ojos se cerraron durante unos segundos. Los volví a abrir en un oscuro callejón empedrado y húmedo, los carteles no estaban en portugués, ya no estaba en Brasil. Ahora sé que me encuentro en España, me rodean casas viejas, doradas por la tenue luz amarilla de las farolas. Solo he de esperar a que entre en la calle y mi vida se unirá a la suya hasta que llegue el fatal momento.
Lo veo venir a lo lejos. Es joven y se acerca con rapidez cargado con una mochila. Sus pasos resuenan en la solitaria calle, solo un vagabundo tirado en un rincón junto a su perro nos hace compañía.
Pasa junto a mi y me reflejo en sus pupilas, se adentra por una pequeña puerta coronada por un cartel que reza “Hostal El Carmen”. Dentro, con su voz grave pide una habitación a la dueña y le tiende un billete. Ella lo coge y da una ultima calada a su cigarro mientras se levanta y le pide que le siga. Subimos las escaleras siguiendo a la madura mujer de piel blanca y un escote que deja al descubierto gran parte de sus enormes pechos.
De pronto, siento algo que hacia años que no sentía. Nos encontramos con un niño en la escalera y clava sus ojos en mi, me mira fijamente cuando nos cruzamos. Yo arreglo el cuello de mi traje negro nervioso como ante la primera cita y sigo escaleras hacia arriba. La mujer abre la puerta y le tiende la llave al chico. Le dice que no dude en llamarla si necesita cualquier cosa mientras pasa una mano por su escote y sonríe provocativa. El chico le da las gracias adentrándose en la habitación y se cierra con llave. Deja la bolsa de deporte en la cama y se lava la cara en una sucia pila que hay junto a ella. Miro en su bolsa y lo comprendo todo, un revolver con tres balas descansa entre su ropa sucia. Ya conozco el final, solo queda esperar.
Él suspira mientras se dirige a abrir la mochila y yo desaparezco de allí, nunca en todos estos años había abandona a nadie antes de su momento fatal, siempre ligado a ellos, sin poder tocarlos, sin que me puedan ver, sin poder avisarlos pero siempre presente.
Ahora estoy en las escaleras y frente a mi el pequeño crío sonríe y me mira con los ojos más grandes que nunca me han mirado. No sé que decir, estoy confuso y es él quien habla. Me pregunta porque voy de negro si soy su ángel de la guarda. Ojala fuera tu ángel de la guarda le contesto mientras una lágrima recorre mi mejilla. Tampoco en todos estos años había llorado.
Entonces oigo un tiro en la habitación, me giro hacia la puerta aturdido por no estar allí apretando el gatillo y siento la pequeña mano del niño tocar mis dedos.
Mis manos no sienten nada, tengo los pies fríos y expulso de mi boca un húmedo y gélido hedor.
Ayer estaba en Río de Janeiro, en la terraza de una vieja casa con la mirada fija en aquella joven chica de ojos oscuros. La acompañe durante horas, estuvo llorando todo ese tiempo abrazada a la foto de un pequeño bebe. Todavía sigue doliéndome cuando es una madre, noto que algo mío se va con ella.
Cuando se acercó a la cornisa adelanté mis brazos y los posé sobre sus hombros, me hubiera gustado abrazarla contra mi, era bella, el cabello negro caía a los dos lados de su rostro y solo un fino camisón cubría su piel oscura, habría posado mis labios en aquella suave piel pero ella no lo hubiera notado, como no notaba mis manos. La empujé. Oí el grito. A diferencia de lo que se cree es un solo grito, comienza arriba y cuando dejas de oírlo todo ha acabado, entonces comienzan los gritos de otras personas, las sirenas de ambulancias, pero todo eso es silencio.
En aquel momento mis ojos se cerraron durante unos segundos. Los volví a abrir en un oscuro callejón empedrado y húmedo, los carteles no estaban en portugués, ya no estaba en Brasil. Ahora sé que me encuentro en España, me rodean casas viejas, doradas por la tenue luz amarilla de las farolas. Solo he de esperar a que entre en la calle y mi vida se unirá a la suya hasta que llegue el fatal momento.
Lo veo venir a lo lejos. Es joven y se acerca con rapidez cargado con una mochila. Sus pasos resuenan en la solitaria calle, solo un vagabundo tirado en un rincón junto a su perro nos hace compañía.
Pasa junto a mi y me reflejo en sus pupilas, se adentra por una pequeña puerta coronada por un cartel que reza “Hostal El Carmen”. Dentro, con su voz grave pide una habitación a la dueña y le tiende un billete. Ella lo coge y da una ultima calada a su cigarro mientras se levanta y le pide que le siga. Subimos las escaleras siguiendo a la madura mujer de piel blanca y un escote que deja al descubierto gran parte de sus enormes pechos.
De pronto, siento algo que hacia años que no sentía. Nos encontramos con un niño en la escalera y clava sus ojos en mi, me mira fijamente cuando nos cruzamos. Yo arreglo el cuello de mi traje negro nervioso como ante la primera cita y sigo escaleras hacia arriba. La mujer abre la puerta y le tiende la llave al chico. Le dice que no dude en llamarla si necesita cualquier cosa mientras pasa una mano por su escote y sonríe provocativa. El chico le da las gracias adentrándose en la habitación y se cierra con llave. Deja la bolsa de deporte en la cama y se lava la cara en una sucia pila que hay junto a ella. Miro en su bolsa y lo comprendo todo, un revolver con tres balas descansa entre su ropa sucia. Ya conozco el final, solo queda esperar.
Él suspira mientras se dirige a abrir la mochila y yo desaparezco de allí, nunca en todos estos años había abandona a nadie antes de su momento fatal, siempre ligado a ellos, sin poder tocarlos, sin que me puedan ver, sin poder avisarlos pero siempre presente.
Ahora estoy en las escaleras y frente a mi el pequeño crío sonríe y me mira con los ojos más grandes que nunca me han mirado. No sé que decir, estoy confuso y es él quien habla. Me pregunta porque voy de negro si soy su ángel de la guarda. Ojala fuera tu ángel de la guarda le contesto mientras una lágrima recorre mi mejilla. Tampoco en todos estos años había llorado.
Entonces oigo un tiro en la habitación, me giro hacia la puerta aturdido por no estar allí apretando el gatillo y siento la pequeña mano del niño tocar mis dedos.
Caigo sobre el suelo y cuando despierto visto un traje blanco.
14 comentarios:
No me hagas llorar, hombre de negro. Y eso que el color negro me gusta.
me ha gustado... parece el relato de un sueño, de esos que tienen un significado importante pero no con un guion del todo coherente. vida, muerte, sentimientos, juventud. me gusta pq tiene varias interpretaciones, bajo mi punto de vista.
besitos nocturnos
Hiela la sangre.
Susurros silenciosos, me quede fria, demasiado dolor para digerirlo en poco tiempo.
Ufs,imagenes en blanco y negro,de película ha quedado tu relato.Me gusto.Felices fiestas dulce Baco,muchos besitos!
Glauka todo menos llorar...
Un beso entre risas.
BridgetManson lo importante es que te guste, tiene muchas interpretaciones si, por eso no contaré lo que yo quería decir.
Besos a oscuras, que se pueden hacer más cosas...
Solo Ana para ponernos a tono con el tiempo, no?
Besos calentitos!!
Ojos verdes sonrieme, que estas más bella.
Dejame que te bese la mejilla para tranquilizarte.
Luisina gracias!!
Besos de bienvenida...
Inma prefiero que despiertes sudada por otros motivos...
Besos calientes.
Gracias Elisabeta.
Más besos para ti!!!
:D. La re-lectura y la re-re-lectura más la interpretación benevolente me hicieron entrar en calor. Por descontado sus besos calentitos tuvieron mucha culpa.
Siga escribiendo, por favor.
Besos vestidos de blanco, con alas y todo.
Bueno, el texto queria expresar algo que no creo haber conseguido.
La palabra sería ESPERANZA.
Aún asi, me alegra que con la segunda y tercera lectura hayas entrado en calor.
Besos calientes
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